lunes, 1 de abril de 2013

Las marcas que no borrasen las olas del mar, las terminaría borrando la lluvia.

viernes, 29 de marzo de 2013

Electrocardiógrafo

Hay pensamientos que solo se pueden entender si estás sentado en el asiento de un tren, mirando por la ventanilla y al lado de un completo desconocido. 
Justo cuando estás siguiendo con la mirada esas gotas de lluvia que se han estampado contra el cristal y forman una línea irregular, como la últimas letras de un testamento escrito a mano o el gráfico de un electrocardiógrafo.
Exacto. Sí.
Ese mismo instante. 
Cuando parece que va a ser un segundo de tu vida como otro cualquiera que pasará a la historia sin ser recordado, Alicia se cae por la madriguera de un conejo blanco que sabe leer la hora y la historia da comienzo.

martes, 26 de marzo de 2013

Fuerza centrípeta.

La madera estaba seca, hacía tiempo que no llovía.
Solo hizo falta un poco de fuerza  e imaginación para que prendiera.
Llameaba.
Se alimentaba de los silencios que dejaba pendurando en el aire y de alguna que otra hoja de otoño.


Obviamente eso no fue suficiente.
Dejó de tener sentido cuando ya no había nada a lo que alumbrar, nada que calentar.
No había sombras, tan solo una lucecita que se iba consumiendo.


Nadie se acordó de echarle leña. No era la mejor opción.
El otoño había pasado de largo hacía tiempo, también estaba ocupado con asuntos más prometedores.

En un último acto desesperado aspiró la esperanza que alguien había dejado plasmada en una hoja de papel cercana, olvidada por casualidad en los viejos tiempos.
Imbécil.
Eso le costó todo lo que poseía.



jueves, 14 de marzo de 2013

El árbol.

Perdido entre miles de los suyos, esperaba el árbol su madurez.
La dureza de las ráfagas invernales lo obligaba a mantenerse con vida. Aunque fuera tan solo para esperar la siguiente primavera, con la ilusión de poder descubrir de una vez por todas que frutos serían los que curvarían ligeramente sus ramitas.

martes, 5 de marzo de 2013

Pluma olvidada.



Pluma olvidada
alejada del papel
recuerda con amargura
el tiempo aquel 
en que con soltura 
la descubría 
la luz del día 
bailando hasta el amanecer.

sábado, 2 de marzo de 2013

Estéril.

Hey, no mires abajo.



 Querría acercarme a ti y preguntarte si tienes miedo, pero sólo eres una silueta al otro lado de la aspereza de esta cuerda que nos sostiene por encima de la más absoluta nada.
Como si formáramos parte del espectáculo. 
Cada uno en un extremo, manteniendo el equilibrio que nos impide acercarnos. 
Llevo mucho tiempo obsevándote siempre en la misma postura, para no caer. 
Necesito moverme. 
El tiempo ha atrofiado mis músculos. No responden. Ya no recuerdan la función que deberían acometer.
Un paso.
Otro paso.
Otro más.
Pierdo la cuenta.
Podríamos precipitarnos los dos. Yo me tambaleo, tu no. ¿Por qué?
Sabes qué hacer, explícamelo. ¿Qué hago aquí?


Me miras. No. Miras a través de mí. 

Tan cerca ahora...


Luego recordé quien era yo y quien eras tú. 
Puse los pies exactamente en el lugar en el que me correspondía, y perdí el equilibrio.
Caí al vacío.
 Quizás rozara tu mano, quizás te diste cuenta, quizás sentiste algo al verme desaparecer.

Como la fruta se sorprende al desprenderse de la rama y sentir el duro choque contra el asfalto, donde se pudre. 
Estéril.

 

jueves, 7 de febrero de 2013

La lluvia de mi ventana.



 ¿Puedes sentirlo?
Esa gran pared  sólida que se alza entre nosotros y se pierde en el infinito, por encima de nuestras cabezas.
Por supuesto que no. Ni te fijas. Haces bien.
Pero, ¿Es que ni te pica un poco la curiosidad?  
Debería hacer lo mismo. Dar media vuelta y dejar ese interrogante a mi espalda. Acostumbrarme a su presencia, como a la fina lluvia que golpea mi ventana.
Permitir que el tiempo pula su superficie translúcida, que apenas me deja vislumbrar tu silueta al otro lado.
No voy a negar que haya estado buscando.
Palpando de vez en cuando, disimuladamente, en busca de una zona más frágil. Alguna grieta, tal vez.
Quizás sólo me veas como a un mimo gesticulando en el aire, como a una auténtica imbécil que se recrea en sus propias locuras. No te culpo.
  

Pero en ocasiones, y sin saber el motivo, parece que los colores se vuelven más vívidos y las líneas más nítidas.
Mordiéndome ligeramente el labio me pego al cristal, esperando descubrir cómo es realmente esa figura que, por algún motivo, se me impide conocer.  
Como no, ahí están esos ojos que apenas me miran un segundo y siguen su recorrido hacia sabe dios qué pensamientos.
Ojalá pudiera saber que sientes en ese momento, cuando el mundo se para y me concede el tiempo justo para ahondar en tus pupilas negras. Cuando una repentina conexión entre ambos me sacude y deja completamente transpuesta.

Sonríes.
Me pregunto si tan solo lo haces por educación.
Sonrío.

Me gustaría preguntar; ¿Puedes sentirlo?
Pero nunca hay tiempo. Se deshace lo andado. Los colores se difuminan cortando la comunicación visual y  lo que por un segundo se me hizo conocido e incluso cálido.

Si tan solo pudiera conocer una cuarta parte de lo que escondes tras el estúpido cristal…